martes, 28 de noviembre de 2017

LA MALA VIDA: X Gijón de Pinchos 2017




Café Dindurra - Krunch de médula Thai





















As de Picas - Los sabores de la fabada





















Bodegas Anchón - Capricho de otoño























Café Plaza - Pétalos de Arroz con bugre






















Casa González Suárez - No te cortes con el Ibérico






















Cava Baja - El secreto de la Cava Baja























Dosmasuno Gastro - Esponjoso de kalamata, cococha de bacalao, piparra y vegetales de costa

-CAMPEÓN-



















dQuini - Na Seronda
























El Quinto - Ahí el Poke























Gastrobar EL Cubero - Secreto dulce del Cubero






















La Bien Kerida - Vacaciones en Praga






















Pomme Cuite Gijón - Milhojas de salmón marinado y guacamole






















Restaurante Ciudadela - Carrilleira























Restaurante El Cencerro - Es Castaña?






















Restaurante Parrilla Los Patios - Homenaje al Camarón de los Patios


- SUBCAMPEÓN -




















Restaurante Trasiego - "Pig"Demont























Sidrería Nuevo Coto Cristina - Esencia de Picos






















Sidrería Parrilla Ramón - Pan y Queso?






















Vinateria Canaa - Winter is coming























Vinos Y Chacinas - Cevicheando

viernes, 17 de noviembre de 2017

DIARIO DE UN PAPA PRIMERIZO: La prueba de la Glucosa

   Este martes 14 de Noviembre hemos pasado la mañana en el hospital. No ha sido por nada grave. La semana hicimos la prueba de la glucosa versión corta, y como los resultado salieron ligeramente altos nos tocó repetir la prueba versión "toda la mañana".
   La prueba en si consiste en medir cómo el cuerpo de la futura mamá procesa la glucosa. Al parecer es muy común desarrollar diabetes gestacional, lo que conlleva hacer una dieta específica.
   Hay que llegar sin haber comido ni bebido nada desde la noche anterior. A la mamá le dan un jarabe de glucosa y después le van haciendo análisis de sangre cada hora para ver cómo el metabolismo asimila el azúcar. La prueba es muy sencilla, aunque mi mujer por poco se ahoga tomando el jarabe.
   Estuvimos desde las 8 de la mañana hasta las 11:30 que hicimos el último análisis. Para pasar el tiempo mi mujer se llevó su ordenador y adelantó trabajo. Yo me entretuve viendo los debates mañaneros de la televisión desde el móvil.
   Al terminar, para celebrarlo, bajamos a desayunar a una cafetería del centro. Nos comimos un sandwich mixto con huevo frito cada uno. Mi mujer porque llevaba sin probar bocado desde la noche anterior y yo porque me solidarizo con ella.
   La buena noticia nos la dió la matrona la mañana siguiente. Los análisis habían salido bien y no es necesario hacer ninguna dieta.

jueves, 16 de noviembre de 2017

DIARIO DE UN ASTURIANO EN MUNICH: 5. Dachau

   Casi sin darnos cuenta había llegado el martes y comenzaba nuestro último día en Munich. La noche anterior nos habíamos despedido de nuestra amiga porque esa mañana ya no la íbamos a ver.
Desayunamos, dejamos las maletas listas y salimos en dirección a los restos del campo de concentración de Dachau.
   Para llegar al pueblo de Dachau tomamos un tren de cercanías que tardaba aproximadamente media hora, y después se suponía que debíamos tomar un bus que tardaba 10 minutos más en llegar al campo. Sin embargo, las indicaciones de nuestra amiga no fueron las correctas y al bajarnos del tren no había ningún bus ni se le esperaba. Al parecer nos deberíamos haber bajado una parada antes. En parte fue culpa nuestra por fiarnos de ella porque durante el fin de semana ya había dado pistas de estar más perdida por Munich que Adán el día del padre.
   Al no ver ningún taxi por la zona decidimos caminar hasta el campo. Gracias al gps del móvil llegamos sin perdernos, aunque nadie nos quitó los 20 minutos de innecesaria caminata.
   La visita resultó bastante chocante. Siempre que visito sitios históricos intento proyectarme a cómo sería ese lugar en su apogeo y en esta ocasión las sensaciones no eran nada agradables. El campo está a las afueras del pueblo, en una zona boscosa y tranquila. Se accede por la misma puerta que accedían los prisioneros en aquel entonces y en la enorme explanada que ocupa el recinto se vive un respetuoso silencio. En un extremo está el antiguo edificio principal donde estaban las oficinas y las duchas, y donde ahora hay una exposición de imágenes y artículos relacionados con la historia del lugar. El resto del espacio está desierto. Dos columnas de arboles delimitan un pasillo central a cuyos lados solo quedan en el suelo las siluetas de los más de 30 barracones con los que contaba el campo. Hoy en día hay reconstruidos solamente dos de estos barracones para que los visitantes se puedan hacer una idea de las condiciones de afinamiento a las que se vieron sometidos los prisioneros. Todo el perímetro está rodeado por un foso y alambre de espino, y cada cierta distancia hay torretas de vigilancia que intimidan con solo mirarlas. En el extremo opuesto del recinto hay un pequeño puente sobre el foso y un portón de alambre que da acceso a otra área donde se adivina una chimenea escondida entre los árboles, y allí mismo aparece lo que era el crematorio y la cámara de gas que supuestamente no fue utilizada nunca. Todo ello resulta tan macabro que te deja una sensación muy desagradable.
   Como el tiempo se nos empezaba a echar encima decidimos volver a Munich. En esta ocasión no hubo problema para coger primero el bus y después el tren.
   Nuestro avión salia a media tarde, así que aprovechamos el poco margen que nos quedaba para visitar al teatro de la residencia de Munich. La visita no nos llevó mas de 15 minutos, y aunque el teatro es pequeño, merece la pena ver su increíble decoración.
   La hora de abandonar Munich había llegado. Comimos algo en una bocatería del centro y a toda prisa pasamos por la casa de nuestra amiga a recoger nuestras maletas y poner rumbo al aeropuerto. En la puerta de embarque nos cruzamos con nuestro amigo Pelayo que desde hace unos años vive en Alemania y llegaba en el mismo avión que nos llevaría a nosotros a Asturias. Unos vienen y otro se van.


miércoles, 15 de noviembre de 2017

CHEF RODRÍGUEZ: Pita de Pollo con salsa Tzatziki


   Ingredientes:
-Pechuga de pollo
-Aceite de oliva
-Salsa de soja
-Pimentón dulce
-Sal
-Pimienta
-Sazonador de ajo
-Sazonador de cebolla
-Pepino
-Yogur griego
-Lima
-Albahaca en polvo 
-Lechuga
-Tomate
-Cebolleta

   Adobamos el pollo con una mezcla de aceite de oliva, salsa de soja, sal, pimienta, sazonador de ajo, sazonador de cebolla  y pimentón dulce. Dejamos que repose y después lo cocinamos en una sartén. 
   Para la salsa Tzatziki pelamos un pepino, le quitamos las semillas y lo pasamos por un rallador. Para retirar el exceso de agua lo pasamos por un colador y dejamos reposar sobre papel de cocina. En un cuenco ponemos un yogur griego y añadimos el pepino rallado, el chorro de media lima, 1/4 de diente de ajo machacado, albahaca en polvo, pimienta molida y sal al gusto.
   Rellenamos el pan de pita con el pollo, la lechuga, el tomate y la cebolleta. Salseamos al gusto con el tzatziki.

martes, 14 de noviembre de 2017

DIARIO DE UN ASTURIANO EN MUNICH: 4. Neuschwanstein

   Ya era lunes y a nuestra amiga le tocaba trabajar, así que organizamos el día para hacer una excursión a las afueras de Munich. Nuestro destino era el famoso castillo de Luis II al sur de Baviera.
   Siguiendo las indicaciones que habíamos repasado la noche anterior, cogimos el metro hasta la estación central y allí compramos un billete para el tren regional que nos llevaría hasta el pueblo de los castillos.
   El trayecto era relativamente largo, algo más de dos horas, y los asientos al ser de tarifa económica no eran demasiado cómodos. A pesar de todo, el viaje pasó bastante rápido. El tren nos dejó en la ciudad de Füssen, y desde ahí tardamos unos 10 minutos en autobús hasta el pueblo desde donde se sube a los castillos. No resultó muy complicado situarnos, simplemente tuvimos que seguir al 90% de las personas que veníamos en el tren desde Munich. Todos íbamos a visitar los castillos.
   Las entradas las habíamos reservado online, pero teníamos que recogerlas no más tarde de las 12:45 en el ticket center. Aunque en principio teníamos bastante margen, nos llevamos un susto al ver la cola que había. Por suerte el acceso con reserva era mucho más corto que el de aquellos que iban directamente a comprar las entradas sin haberlas reservado. Esa cola era tranquilamente para una hora de espera. Se notaba que todo el mundo iba justo de tiempo. De hecho vimos una discusión bastante fea entre un brasileño y un chino por ver quién estaba primero. O mejor dicho, vimos a un brasileño echándole una bronca de la leche a un chinito que no se enteraba de nada por supuestamente haberse intentado colar. No se quién tendría razón, pero las formas del carioca no eran las más correctas para una tontería así.
   En nuestro caso llegamos al mostrador justo antes de que se acabara nuestro tiempo y pudimos comprar las entradas. En los tickets viene indicada la hora a la que puedes entrar a cada castillo. Los accesos están bastante espaciados para que te de tiempo a ir de uno a otro sin problemas. Incluso nos dió tiempo a comer algo en uno de los pequeños restaurantes que había al pie de la montaña y que claramente viven del turismo.
   Nuestra primera visita era al castillo menos conocido y el más antiguo (Hohenschwangau). Como no estaba demasiado lejos subimos dando un paseo. Más que un castillo yo diría que es una especie de palacio. Destaca sobre el verde del paisaje por sus muros amarillos llenos de ventanales y está rodeado de jardines. Gracias a su ubicación tiene unas vistas privilegiadas del valle y de varios lagos cercanos. Aunque casi lo que más destaca son las vista del otro castillo. Dicen que desde aquí el rey loco contemplaba la construcción del que iba a ser su gran palacio. A la hora señalada te dejan entrar, y aunque no puedes tomar ninguna imagen en el interior, te dan un audioguía y la visita resulta interesante. Habitación por habitación está bien conservado y te haces a la idea de cómo vivía el rey por aquellos años.
   Terminada esta primera visita volvimos a bajar al pueblo y cogimos uno de los autobuses que subían a la montaña del frente, donde está el otro castillo (Neuschwanstein). Este es el famoso, del que dicen que sacó su inspiración Walt Disney para su castillo de la cenicienta. Aun nos quedaba tiempo antes de nuestra hora de entrada, así que fuimos caminando hasta un puente de hierro que hay en la montaña y desde donde se pueden tomar las mejores fotos del impresionante palacio con todo el valle detrás. Al principio da un poco de vértigo, y los tablones de madera del suelo no ayudan demasiado a superarlo, pero de verdad que merecen la pena las vistas. Ahí nos tocó ver una pedida de mano en pleno puente. Por lo menos la chica dijo sí.
   Desde lejos el famoso castillo resultaba impresionante, pero ya llegaba la hora de conocerlo también por dentro, así que paseamos por la montaña hasta llegar la entrada. Nos volvieron a dar unas audioguías y fuimos recorriendo en grupo las distintas estancias. El interior resultaba imponente, hecho a capricho por un rey, Luis II, que se gastó tanto en construirlo que sus herederos decidieron declararlo loco antes de que pudiese disfrutarlo en vida. Si la intención era impresionar a los invitados con la ostentación desmesurada el interior cumplía su objetivo. En definitiva, una maravilla tanto por fuera como por dentro.
   Terminada la visita nos tocó caminar unos 20 minutos montaña abajo para volver al pueblo y coger el autobús de regreso a Füssel. En la estación pensé que iba a haber puñaladas por conseguir un asiento en el tren al ver la cantidad de gente que nos juntamos allí esperando. Por suerte entramos de los primeros y conseguimos buenos asientos. Teniendo en cuenta que nos esperaban más de dos horas de regreso Munich, fué toda una bendición.
   Aunque el viaje resultó un poco cansado, los paisajes de Baviera al atardecer le dieron su encanto.       Ya de vuelta en el apartamento de nuestra amiga, y aunque las energías no sobraban, nos pusimos una vez más el atuendo Bávaro y decidimos darle una última oportunidad al Oktoberfest.
   El recinto ferial estaba igual de lleno que durante el fin de semana. Mis esperanzas empezaron a decaer cuando entramos en la primera carpa y la vimos más llena que nunca. Yo pensaba que un lunes a las 9 de la noche se podría conseguir sitio relativamente fácil, pero me equivoqué. Además, a esa hora la gente ya estaba totalmente desbocada y más que sentados, estaban todos de pie en los bancos bailando al ritmo de las orquestas que para esa hora ya tocaban la música más cañera. Lo intentamos en una segunda carpa, y más de lo mismo. Imposible. Ya estaba a punto de tirar la toalla y asumir que había visitado el famoso festival de la cerveza de Munich y me había ido sin siquiera probar un trago. Y fue en ese momento, perdida ya toda esperanza, cuando se nos dió por entrar en una última carpa: Paulaner. Y justo allí, en un rincón, una mesa con solo tres personas. Supuse que el resto habrían salido a fumar, pero aun así me animé a preguntar y como si de un milagro se tratase nos dijeron que los sitios estaban libres y nos invitaron a sentarnos. El resto ya es historia: cenamos, bebimos cerveza, bailamos sobre los bancos, y brindamos el famoso prost. Pero sobre todo, yo había cumplido uno de mis sueños: Yo estuve en el Oktoberfest. Prost!!!

DIARIO DE UN ASTURIANO EN MUNICH: 3. El tercer Reich

   Nuestra intención era empezar el domingo viendo en funcionamiento el famoso carrillón del reloj que preside Marienplantz. Llegamos por los pelos para disfrutarlo unos segundos, ya que, no siendo verano, solamente se activa a las 11 y a las 12. Nosotros llegamos sobre las 11:05 justo para ver los muñecos girar al son de una música de campanas. Tampoco es que fuese nada especialmente espectacular. En la misma plaza habíamos quedado con otra amiga del colegio de mi mujer que ahora también vive en Alemania y que nos iba a acompañar hasta después de comer.
   Nuestro siguiente destino era la residencia de Munich. Tardamos un poco en poder acceder al recinto porque nos encontramos con un desfile que nos impedía el paso. No sabíamos muy bien que era lo que se celebraba, pero aprovechamos para verlo. Al cabo de un rato de ver desfilar a cientos de alemanes con sus trajes tradicionales al son de bandas de música empezamos a cansarnos del monótono espectáculo y decidimos que era hora de cruzar la calle. Por suerte, una policía nos indicó que a escasos metros había un paso subterráneo y no hizo falta jugársela en medio del desfile.
   Me impresionó mucho la residencia de Munich. Es una especie de complejo palaciego lleno de estancias y galerías decoradas con pinturas espectaculares y todo tipo de obras de arte, desde fuentes hechas con conchas marinas, hasta figuras y bustos de mármol. Desde luego los antiguos reyes de Baviera no se privaban de nada, aunque tenían un gusto excesivamente recargado. La parte más curiosa de la visita, fue la sala de reliquias. Se trata de una habitación a la que se accede a través de una puerta acorazada como la de un banco, y que está llena de objetos que contienen huesos de supuestos santos. La verdad que resultaba un poco desagradable ver calaveras y restos humanos adornados de aquella manera.
   La residencia es tan grande que si le hubiésemos dedicado todo el tiempo que merece habríamos pasado un par de horas más paseando por sus pasillos, pero ya se nos estaba haciendo tarde y aun teníamos que almorzar antes de un tour que habíamos contratado para esa misma tarde, así que decidimos acelerar el paso y terminar la visita de forma exprés.
   Para comer fuimos a un Franziskaner. Resultó un poco más caro de lo que habíamos pagado hasta el momento, pero se notaba un cierto grado superior de calidad. Pedimos un plato para compartir que se llama Schmankerlpfandl (16 letras y sólo 3 vocales, casi nada). El tema consiste en una especie de fuente donde te traen cochinillo, pato, codillo de cerdo y salchichas a la parrilla, y lo acompañan con patatas, albóndigas de pan blanco, y encurtido de repollo rojo y blanco. Para completar pedimos también una especie de sopa de carne. Estaba todo bastante rico, aunque resultó demasiada comida para el poco tiempo que teníamos.
   A las 3 de la tarde estábamos de nuevo en Marienplantz, que era el punto de encuentro con nuestro guía para el tour que habíamos contratado: El Munich del tercer Reich. Nos despedimos de la amiga de mi mujer, y nos unimos al resto de integrantes de tour. Durante casi tres horas paseamos por diferentes calles del centro de Munich donde la guia, una chica de Barcelona, nos iba explicando los diferentes acontecimientos relacionados con el alzamiento del partido nazi que habían tenido lugar allí mismo. Era especialmente interesante cuando nos mostraba imágenes reales de aquellos años y las podíamos comparar con lo que veían nuestros ojos. La primera sede del partido nazi es ahora una tienda de móviles, la sala de la cervecería donde Hitler presentó los 25 puntos de su ideario está ahora llena de turistas tomando cerveza como si nada y está ni más ni menos que en la última planta de la HB donde habíamos cenado el viernes, las calles por donde desfilaban miles de nazis son ahora boulevares por donde circula con total normalidad el trafico, las oficinas de las SS son ahora una escuela de música, o en la plaza donde el autonombrado führer daba sus discursos la gente pasea ahora ajena a lo sucedido hace no tanto tiempo. En definitiva, es un contraste sobrecogedor.
   Para descansar después del tour entramos a sentarnos en una pastelería donde por poco me vuelvo loco para elegir qué pastel o tarta tomar de entre toda la variedad que tenían. La opción ganadora fue la tarta de galleta y chocolate que allí no se cómo se llamará pero aquí es la tarta de la abuela de toda la vida. Los problemas del viajero se pueden manifestar de la manera más inesperada. Al ir al baño después de disfrutar de mi tarta, me encontre con que los distintivos de las puertas eran una H y una D. Mis conocimientos de idiomas quedaron en shock. Finalmente aposté por la H, que me llamaba más a masculino y acerté. No se como mearán las alemanas, pero la presencia de meaderos parecía darme la razón.
   El resto de la tarde, aunque ya estábamos algo cansados, nos dió tiempo a pasear otro poco por el centro y a visitar la catedral antes de ir a cenar. En la catedral hay una curiosa marca en el suelo de la forma de un pie en color negro que se llama la pisada del diablo. Según dicen cuando se terminó de construir el edificio, el diablo entró y se paró en ese mismo lugar riéndose y dejando su huella al ver que no había ninguna vidriera. Lo curioso es que se trata de un efecto óptico. En el momento que te adelantas un poco desde ese punto las columnas dejan de ocultar las numerosas vidrieras.
   Para la cena fuimos a la cervecería Der Pschorr. Como en todas las anteriores había un ambiente muy agradable. A pesar de mi primera experiencia no satisfactoria con los quesos de la zona, decidí volver a arriesgarme y pedí una tabla variada para terminar de valorar el nivel quesero de Baviera. En esta ocasión fue todo un acierto. Aunque sigo opinando que hay mejores quesos en España, esta segunda prueba me dejó mucha mejor sensación. Mientras cenábamos pudimos ver como abrían un barril de cerveza de madera para un grupo de personas que también cenaban a unos metros de nosotros. Supongo que una vez abierto no se puede cerrar, porque no paraban de llenar jarra tras jarra intentando que se derramase la menor cerveza posible que salia a toda presión después de haber perforado la madera. Me pareció muy curioso.
   Y así concluyó un día cansado en el que hicimos bastantes kilómetros caminando. Nos retiramos a descansar porque al día siguiente nos esperaban también muchos kilómetros, aunque en esta ocasión serían en tren.