lunes, 26 de junio de 2017

EL PINCHÓMETRO: Variado de pinchos - Pomme Cuite



   Pomme Cuite (Calle San Bernardo 70 - Gijón). Sorpresas que se lleva uno paseando por el centro de Gijón. Un surtido así no está nada mal por dos consumiciones. Tenemos un pincho de bacon con pimiento, croissant relleno de queso y un pincho de tortilla. Un par de establecimientos más como este y cenado para casa.

martes, 20 de junio de 2017

GAMER: The Elder Scrolls V : Skyrim


   Juegazo. Enorme en todos los sentidos. Tanto la historia como el mundo abierto resultan descomunales. 
   
   Nuestro protagonista resulta ser un elegido para terminar con la amenaza de los dragones que amenazan Skyrim. Todo ello al mismo tiempo que una guerra civil entre la legión del imperio y los capas de la tormenta azota la región. 
   
   El juego está ambientado en una especie de mundo nórdico vikingo donde no falta ni la magia ni los personajes sobrenaturales.
   
   Las posibilidades de personalizar nuestro personaje (armadura, ropa, armas, objetos de poder) parecen ilimitadas, así como las distintas habilidades que podemos ir desarrollando (aprender hechizos, volvernos más sigilosos, cargar más peso, mejoras de salud, mejoras de combate, etc). 

   La historia principal está muy bien construida y cientos de misiones secundarias aseguran horas de juego. Podemos hacer carrera como ladrón, asesino, mago, ayudar al imperio, ayudar a los capas de la tormenta, ...

   En definitiva, el juego nos ofrece un abanico de opciones tan grande que resulta prácticamente imposible abarcarlo por completo. Incluso terminada la historia principal, apetece sumergirse de cuando en cuando en el universo fantástico de Skyrim. 


Gráficos: 7
Música: 7
Jugabilidad: 8
Argumento: 9

jueves, 15 de junio de 2017

CHEF RODRÍGUEZ: Ensalada de pepino y tomate con jamón


   Ingredientes:
-Tomate
-Pepino
-Jamón
-Queso curado
-Aceite de Oliva

   Para el calor no hay nada mejor que una ensalada. Aquí jugamos con el saladito del jamón como contrapunto del tomate y el pepino. Para darle otro matiz de sabor rallamos un poco que queso curado por encima y chorreamos con aceite de oliva virgen. Más fácil imposible. 

jueves, 8 de junio de 2017

DIARIO DE ABORDO: Regreso a Barcelona

   Que poco dura lo bueno. Siete días pueden pasar despacio o deprisa. En un crucero por el mediterráneo con todo incluido pasan que ni te enteras.
   Y ahí estábamos nosotros, amaneciendo de nuevo en el puerto de Barcelona después de una semana increíble. Disfrutamos de nuestro último desayuno abordo y sobre las 10 de la mañana desembarcamos.
   Lo primero que hicimos fue llevar las maletas a una consigna que había en la plaza de Cataluña. Desde ahí salen los autobuses que te llevan al aeropuerto. Nuestro vuelo salía por la tarde y queríamos aprovechar el tiempo por la ciudad sin cargar el equipaje.
   Nos dio tiempo a visitar la catedral. En una visita anterior no nos habían dejado entrar por los pantalones cortos. También pasamos a rendir culto a la fuente de canaletas. Un culé como yo debe peregrinar a esa fuente al menos una vez en la vida.
   Seguimos haciendo tiempo paseando por el mercado de la boqueria. Es impresionante cómo tienen todos los productos expuestos. Apetece comprar de todo.
   Ya para terminar, y aprovechando que en Asturias no hay templos gastronómicos de tan alto nivel decidimos hacer un esfuerzo y fuimos a comer al afamado KFC, o lo que viene siendo el: Pollo Frito de Kentucky! Después del delicioso menú gourmet, el café lo tomamos en la cafetería del Corte Ingles de plaza Cataluña mientras esperábamos que llegase la hora de nuestro autobús. Ya habíamos estado en esa misma cafetería el día que llegamos a Barcelona para iniciar nuestro viaje, y las vistas de la ciudad seguían siendo espectaculares desde sus ventanales.
   Y así concluyó todo. A la hora prevista salió nuestro vuelo y volvimos a la tierrina. Habíamos dejado atrás una semana para el recuerdo y volvíamos con la certeza de que más temprano que tarde, siempre que se pueda, volveremos a hacer un crucero. Una experiencia muy recomendable.


miércoles, 7 de junio de 2017

DIARIO DE ABORDO: Marsella

   Al sexto día de crucero, no sólo nos despertábamos en otra ciudad, también en otro país. Atrás había quedado la bella Italia y estábamos en Marsella - Francia.
   No contratamos ninguna excursión ese día porque la ciudad por si misma merecía mucho la pena. Lo que si contratamos fue el servicio de buses lanzadera que te llevaban desde el puerto hasta el centro de la ciudad (había unos cuantos kilómetros de trayecto).
   Una vez en la ciudad, nos dedicamos a pasear por nuestra cuenta. Hacía un día estupendo, ni una nube en el cielo y una temperatura muy agradable.
   Nuestra primera parada fue a la catedral La Major. El edificio es bonito, pero seguíamos teniendo el mismo problema. El mármol blanco ya no impresionaba tanto después de pasar por Florencia.
   Después callejeamos por el barrio antiguo. Unos callejones empinados con un aire a antiguo barrio marinero. Creo que fue de las cosas que más me gustó de Marsella. Esa esencia propia de viejo puerto mediterráneo con sus pequeños rincones que parecían sacados de una película. Muchas veces el viajero se alimenta de estereotipos, y cuando por fin encuentras un lugar que es cómo te lo imaginabas, parece que viaje y viajero se encuentran en armonía.
   Las callejuelas nos llevaron directamente al puerto antiguo y autentico corazón de la ciudad. Es una gran lengua de mar que se adentra en la urbe y que está flanqueada por dos imponentes castillos que debieron ser autenticas piezas estratégicas para la defensa de la ciudad en los tiempos de la piratería.    El puerto en sí esta lleno de pantalanes donde cientos de pequeñas embarcaciones permanecen amarradas. Los edificios circundantes tienen una arquitectura homogénea y dan una gran vida a la zona con sus innumerables terrazas. Paseamos por la zona tranquilamente disfrutando del ambiente y nos entretuvimos viendo como los pescadores preparaban allí mismo sus capturas para la venta. A lo lejos, en lo alto de una colina, presidía toda la escena la Basílica de Notre Dame de la Garde. Apetecía contemplarla de cerca, pero el kilómetro de cuesta que había que subir nos quitó las ganas. En lugar de eso, tomamos un vino en un bar de la zona mientras pensábamos dónde podíamos comer.
   Lo que más nos apetecía era picar algo en alguno de los restaurantes que habíamos visto por el barrio antiguo, así que desandamos lo andado y nos perdimos de nuevo por las callejuelas marsellesas. La verdad que nos costó bastante elegir un sitio. Unos por precio y otros por oferta no terminaban de llamar nuestra atención. Terminamos comiendo en L´effet Clochette, una terraza que parecía salida del decorado de una película. Por desgracia se quedó en eso, un decorado. Por más fama que tenga la comida francesa sigue estando en los últimos puestos de mi ranking de comida por países. Pedimos un par de platos de pescado con almejas, y aquello no sabia a nada. El mejor recuerdo que me quedó fue el del ali oli que pusieron de acompañamiento. Una decepción.
   Después de comer, aun nos sobro tiempo para visitar uno de los castillos que defendía el puerto. A mi las fortificaciones antiguas me apasionan, y este está perfectamente conservado.
   Sobre las cuatro de la tarde volvimos a coger el bus lanzadera que nos llevó de vuelta al crucero. Cómo aún había sol, no me pude resistir a darme un último chapuzón en las piscinas del barco. Esa iba a ser nuestra última tarde para disfrutar de las comodidades del Costa Diadema y no quería dejar pasar la oportunidad. He de confesar que pasé más frío que un cubano en alaska en la piscina exterior, pero la piscina cubierta fue otro cantar. Una pasada a pesar de la masificación de niños.
   Los cócteles y la cena tuvieron un sabor diferente esa noche. El saber que la experiencia tocaba a su fin le daba a todo un toque de nostalgia. Se vive tan bien en un crucero que apetece no irse nunca. Aprovechamos para hacer por última vez todo aquello que más nos había gustado. Tomamos nuestros cócteles favoritos, después de una semana de todo incluido ya teníamos nuestras claras preferencias, escuchamos música en directo en el Country Rock Club y cómo no, disfrutamos de nuestra última cena a bordo atendidos por el que fue durante el viaje nuestro camarero personal. Un indú que al principio nos parecía borde y al que terminamos cogiendo cariño. Para terminar, como no podía ser de otra manera, una última visita a la discoteca del barco. Que bien lo habíamos pasado.