jueves, 9 de noviembre de 2017

DIARIO DE UN ASTURIANO EN MUNICH: 1. Willcommen

   Apenas habíamos aterrizado en Múnich y las primeras diferencias ya se hacían notar. Lo primero en llamar mi atención en el mismo aeropuerto fue una jarra de medio litro de cerveza a medio beber que algún pasajero con prisa había dejado sobre el mostrador de su puerta de embarque. Ya tiene que estar buena la birra para aprovechar hasta el último segundo.
   Otra de las maravillas que descubrí en el propio aeropuerto fue en los baños. Disponen de un gel para que puedas higienizar el wc. En España la mitad de los baños no tienen ni tapa. Nos llevan años!
La amiga con la que íbamos a quedarnos ese fin de semana tardó en llegar a buscarnos. Para colmo le acababan de robar el móvil, así que no había manera humana de contactar con ella. Por suerte apareció antes de que entrásemos en pánico.
   Mientras charlabamos tranquilamente en el tren que nos llevaba desde el aeropuerto a la ciudad, se nos acercó una chica con pinta rara. Iba mal vestida, toda de negro y nos enseñaba un papel. Lo único que se me pasaba por la cabeza es que estaba pidiéndonos dinero, así que intentaba no mirarla. Pues resultó que era la revisora. Al parecer aquí van de incógnito. Y gracias a dios que nuestra amiga había comprado los billetes, porque la multa habrían sido 60 euros por persona sin posibilidad de escape.
   El trayecto en tren duró aproximadamente 45 minutos. Al llegar a la casa, un pequeño apartamento de una habitación en un barrio tranquilo, lo primero que hice fue probar mi traje para el Oktoberfest. Se trata de un pantalón corto de cuero marrón con tirantes llamado lederhosen. Para completar el atuendo bavaro me había comprado una camisa a cuadros azules. El resultado, una vez puesto todo, era bastante realista. Menudas risas que vamos a pasar.
   Esa noche, ya vestidos con ropa normal, salimos a dar una vuelta para ir conociendo la ciudad de Munich. Paseamos por el centro y la primera impresión fue muy agradable. Los edificios tienen todos una arquitectura muy similar con estética de pueblo de montaña. Las calles tenían mucho ambiente y me llamó especialmente la atención la iluminación. En cierto modo me dió una cierta nostalgia navideña a pesar de que estábamos en septiembre. Puede que ayudase a ésto el hecho de que la temperatura era mucho más baja de la que habíamos dejado en Gijón.
   Terminamos nuestro paseo cenando en la cervecería más famosa de la ciudad, o eso dicen al menos las guías de viaje, la Hofbrauhaus. Se trata de un edificio enorme de tres plantas y varios salones. La decoración es de una cervecería clásica por la que parecen no haber pasado los años, y las mesas son con bancos corridos para compartir. Para darle un toque aun más auténtico, una banda de música toca en directo temas "cerveceros".
   Después de hacer cola durante 10 minutos conseguimos entrar y encontramos sitio en una mesa con un grupo de chicos estadounidenses que nos cedieron un poco de espacio. El ambiente era sensacional. La gente bebía la cerveza de la casa en sus jarras de litro mientras coreaban a gritos las canciones que tocaba la orquesta. Alguno que otro ya iba un poco más bebido de la cuenta, pero en general se comportaban.
   Para acompañar la cerveza pedimos un pretzel gigante (he visto barras de pan de medio más pequeñas), un plato variado de salchichas y un codillo. Las salchichas venían con el típico sauerkraut, que es una especie de repollo cocido y macerado, y el codillo traía como guarnición una especie de bola de puré de patata que más adelante descubriríamos que lo ponen siempre y que parece hecho en una hormigonera mezclando puré con goma de mascar. Todo lo demás estaba muy rico, y se agradecía meter algo al estómago para digerir mejor la cerveza por litros.
   Para completar la noche, vino a visitarnos desde el pueblo donde vive a tres horas al sur, un viejo amigo venezolano que conocí en Estados Unidos. Cuando por fín pudimos sentarnos juntos estuvimos charlando tranquilamente, y casualidades de la vida, él también va a ser papá. La noche estuvo genial, aunque no quisimos abusar demasiado porque al día siguiente teníamos planeado ir a pasar el día al Oktoberfest.


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