jueves, 11 de mayo de 2017

DIARIO DE ABORDO: Palma de Mallorca

   Despertarse sobresaltado por un ensordecedor "Only crew, Only crew!!" que sonaba a todo volumen por los altavoces del barco no es la mejor manera de comenzar un día, pero supongo que la tripulación también tiene que hacer sus simulacros para estar listos en caso de emergencia.
   Después del susto subimos a desayunar al puente 10, el cual se había convertido íntegramente en un buffet. Camareros iban y venían ofreciendo cafés e infusiones y si una zona se cerraba, inmediatamente empezaban a llenar de comida la zona siguiente. Con tanto donde elegir tengo tendencia a ponerme nervioso. Cuesta mucho priorizar y saber dosificar para que luego no sobre la mitad de la comida que se sirve uno en el plato. Entre donuts y croissants me dí por satisfecho.
   Desde el propio barco, ya atracado en el puerto, había unas vistas excelentes de la bahía de Palma. El día estaba precioso, así que nos preparamos y bajamos a tierra. En el mismo puerto había un bus que nos llevó prácticamente hasta el centro de Palma y el resto fue todo pasear. Primero nos metimos por la zona menos turística. Necesitábamos hacer tiempo para que abriese el Hard Rock Cafe Mallorca y poder comprar el vaso de chupito correspondiente para nuestra colección.
   Luego dimos un paseo por la zona del puerto hasta el edificio de la lonja y de ahí hasta el Palacio Real de la Almudaina y la Catedral. Es alucinante la cantidad de barcos que hay en la bahía de Palma. Veleros y yates de todos los tamaños a cual más lujoso. Se ve que hay dinero en la isla. La Catedral y el Palacio resultan imponentes vistos desde un pequeño parque que hay justo al pie de la entrada al casco antiguo.
   Con el calor que hacía fue un autentico gusto caminar por la sombra de las estrechas calles del centro. Llamaba mucho la atención las tiendas de productos delicatessen perfectamente ordenadas y decoradas. Aunque en el fondo lo que vendían era pimientos, embutidos, ajos y ensaimadas. Se ve que en Palma hay que tener un toque chic hasta para vender chorizo.
   El calor apretaba tanto que casi no nos dolió pagar cerca de 7 euros por una caña y un vino en el bar de un hotel del centro. Había un ambiente realmente agradable, con gente paseando y las terrazas de los bares llenas. Aún tuvimos tiempo de visitar la plaza mayor donde estaban celebrando un mercadillo, antes de ponernos a buscar la parada donde cogeríamos el bus que nos llevaría de regreso al puerto. Teníamos que estar en el barco antes de las 5 de la tarde. Por suerte habíamos planeado la vuelta con tiempo de sobra porque nos pasamos la parada y terminamos junto con unos abuelitos alemanes y sus nietos en el quinto pino de Palma. Menuda bronca el señor alemán con el conductor del autobús cuando le dijo que estábamos en el final del trayecto y que tendríamos que esperar 40 minutos por el siguiente bus. Yo no entiendo alemán, pero por el tono creo que le amenazó con invadir algún país o algo.
   A pesar del retraso, llegamos al barco con tiempo para comer una hamburguesas y tomarnos unos cócteles en cubierta disfrutando de las vista a lo lejos de la ciudad de Palma. El llevar las bebidas en régimen de todo incluidos fue el mejor acierto que pudimos tener al planificar el viaje. La carta de cócteles era enorme y por supuesto había que intentar probarlos todos durante el viaje.
   Como era 27 de octubre estábamos de celebración. Justo era el cumpleaños de Shila, así que reservamos mesa en uno de los restaurantes de pago que ofrecía el crucero, el restaurante Samsara. Antes de cenar descubrimos el que sería nuestro bar favorito del crucero, el Country Rock Club. Música country y folk tocada en directo por dos grupos que se alternaban cada día.
    La cena estuvo genial, y tuvieron el detalle, después de que yo se lo pidiera a escondidas cuando hice la reserva, de sacar una tarta de cumpleaños para que Shila pudiese soplar su vela. Se portaron de 10, y la cena estuvo a la altura. Además esa noche se celebraba junto a la piscina principal la "noche blanca". Un baile donde todo estaba decorado de blanco y la gente se vestía del mismo color. Y para terminar, como el día siguiente era de navegación y no teníamos que visitar ninguna ciudad, estuvimos hasta las tantas de la madrugada en la discoteca del barco. Una noche genial, igual que la resaca del día siguiente.





























No hay comentarios:

Publicar un comentario