jueves, 13 de septiembre de 2018

DIARIO DE UN PAPA PRIMERIZO: Aprendiendo a comer

   Uno de los mayores placeres de la vida es comer, pero hay que ver lo que nos cuesta aprender a hacerlo.
   Lógicamente Mateo sólo conoce la leche de su madre, así que es normal que al principio le cueste un poco acostumbrarse a nuevos sabores y texturas.
   Para nuestro primer intento, el día 19 de agosto, decidimos utilizar un plátano bien machacado con un tenedor y no resultó del todo mal. La primera reacción fue de sorpresa pero en ningún momento mostró rechazo. También es cierto que solo conseguimos que comiese cuatro cucharadas de las cuales la mitad se perdieron por el camino en sus papos o en el babero. Al final le dejamos juguetear con un pedazo de plátano entero para que viese qué era lo que estaba comiendo. Se lo llevó a la boca, lo chupó un poco, y hasta lo mordisqueó con sus encías. Parecía que le gustaba más entero que machacado.
   Repetimos plátano durante unos días, y después hemos ido introduciendo pera, aguacate, papaya, zanahoria, patata. Siempre de uno en uno y machacados con tenedor. Al final con la pera también le dejamos juguetear con un pedazo.
   No observamos que por el momento le gusten más unas cosas que otras. Parece que ningún sabor le desagrada, pero sigue teniendo problemas para tragar. Come 3 o 4 cucharadas y luego cuesta mucho que vuelva a abrir la boca. Cuando consigues introducir una cucharada entera le suele entrar una arcada tremenda y en alguna ocasión ha vomitado. Parece ser que es un instinto reflejo a la textura de las papillas. Le está costando un poco acostumbrarse.
   El 11 de septiembre visitamos a la pediatra y nos recomendó comenzar a darle papillas trituradas con la batidora para reducir los grumos que pueden molestarle al tragar. También nos dijo que empecemos a mezclar ingredientes en las papillas y que debemos empezar a darle verduras.
   Desde ese día le hemos preparado una papilla de patata, zanahoria y ajo puerro. El resultado estaba siendo similar. Comía un poco pero se cansaba rápido y costaba mucho meterle las cucharadas. Sin embargo, por no tirar los restos de la papilla se me dio por comerla a mi. Para lo cual le añadí un poco de sal que no tenía y sin la cual, para ser sinceros, no había quién la comiese. Entonces se nos ocurrió dársela a probar y eureka! Por primera vez abría la boca y mostraba interés por comer.
   Tenemos que seguir probando nuevas papillas, pero por lo menos hemos visto que está empezando a disfrutar de eso que tanta felicidad le dará en esta vida: la comida.

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