Transcurridos cinco días navegando, la cuarta parada de nuestro crucero era en una pequeña ciudad de la costa norte de Italia que se llama Savona. Después de investigar un poco sobre la ciudad decidimos que era mejor dedicar ese día a una presa mayor, y por los alrededores lo mas interesante era Génova.
Para desplazarnos habíamos mirado la opción del tren. La estación de Savona estaba relativamente cerca del puerto (unos 15 minutos caminando) y había trenes directos. Nos costó un poco entendernos con la mujer de la taquilla sobre el tipo de billete y los horarios. Especialmente me preocupaba el regreso. Al ir por nuestra cuenta teníamos que volver a Savona con suficiente antelación para no tener ningún susto con la hora que zarpaba el crucero. Cogimos el tren de las 10:35, y en una hora aproximadamente estábamos en Génoba.
Génova es una ciudad de tamaño medio, y no tuvimos problema para visitar andando sus principales reclamos turísticos.
La via Garibaldi es una calle del centro que es famosa por sus antiguos palacios. El problema es que te cobran por entrar, así que nos limitamos a apreciar su arquitectura desde fuera.
Otro de los lugares destacados en Génova es la casa donde supuestamente nació Cristóbal Colón. Digo supuestamente porque todos sabemos que Colón nació en Cudillero. La casa, o lo que queda de ella, es bastante bonita. Son un conjunto de columnas y arcos rodeadas de unos jardines. Aunque casi llama más la atención un arco que hay justo al lado flanqueado por dos grandes torres de piedra.
La catedral de San Lorenzo también es bonita. Aunque después de venir de Pisa y Florencia, el marmol blanco ya no resultaba tan espectacular.
Para ir terminando la visita bajamos hasta el puerto. Es una zona que tienen muy cuidada, hay un paseo con palmeras y el acuario es famoso, aunque nosotros no disponíamos de tiempo para visitarlo.
Pusimos entonces rumbo de vuelta a la estación. En principio decidimos trazar la trayectoria más directa que se veía en el mapa, pero pronto nos encontramos callejeando por una zona del puerto que no parecía muy recomendable. A decir verdad, parecía como si los piratas del mediterráneo hubiesen vuelto y estuviesen haciendo una reunión en aquellas callejuelas. Viendo el peligro venir de lejos, y como no queríamos terminar enrolados en la tripulación de la Perla Negra, decidimos dar la vuelta sobre nuestros pasos y volver por donde habíamos venido.
A pesar del rodeo, y una vez ubicada de nuevo la estación de tren, nos dio tiempo de ir a comer algo a un pequeño restaurante que estaba cerca. El sitio era de lo más pintoresco. Era el típico negocio familiar donde cocina la abuela, te atiende la hija, y el padre dirige la mafia genovesa sentado detrás del mostrador. Lo importante es que la comida estaba rica, aunque nos costó explicar que sólo queríamos "tapear".
El tren de vuelta lo cogimos sin percances. Incluso nos dio tiempo a callejear un poco por Savona de la que volvíamos al puerto. Como decía al principio la ciudad es pequeña, pero tiene su encanto.
Ya en el barco nos dedicamos a lo de siempre, pasear de bar en bar disfrutando del todo incluido. Un rato en el casino, otro rato escuchando música en directo, y después a cenar. Resultaba interesante cómo adecuaban el menú a la comida característica de la región dónde hubiese estado atracado el barco ese día.
Luego por la noche nos quedamos un rato de fiesta. Coincidía con halloween, y algunos trabajadores del barco se habían disfrazado para la ocasión. Con ese ambiente apetecía poco retirarse al camarote.
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